Panorama 2030, más del 50% de los residuos plásticos generados en Europa deberán ser reciclados y el 100% de los envases de plástico comercializados en la Unión Europea deberán ser reutilizables o poder reciclarse de manera rentable.
Estos son dos de los objetivos de la estrategia de la Comisión Europea “Una estrategia europea para el plástico en una economía circular” (publicada en 2018). Para alcanzarlos, planteamos tres medidas efectivas: ecodiseño, reciclabilidad y etiquetado ambiental.
Una de las iniciativas desarrolladas a nivel global para, de una forma integrada y coordinada, hacer frente a los objetivos 2030 es “The new Plastic Economy: Rethinking the future of plastics and catalysing action”. Entre las conclusiones que remarca esta iniciativa, está la necesidad de trabajar en tres áreas principalmente.
El ecodiseño consiste en diseñar para que sea funcional, pero teniendo en cuenta aspectos medioambientales. The new Plastic Economy señala cómo las distintas variedades de envases plásticos deben adecuarse para ser más sostenibles.
Una posible vía de ecodiseño puede estar basada en el uso de materiales alternativos, sin embargo, un aspecto importante que se ha de tener en cuenta con respecto a estos materiales, como podrían ser los bioplásticos, tal y como se especifica en el documento de la estrategia 2030 de la Comisión Europea, es que “es importante garantizar que producen beneficios medioambientales reales en comparación con las alternativas no renovables”. En estos momentos, una tipología de bioplásticos que presenta un gran potencial de desarrollo son los polihidroxialcanoatos o PHAs, ya que al ser obtenidos a partir de microorganismos, no compiten con los cultivos destinados a la alimentación.
Otra medida que puede contribuir a que los materiales empleados en los envases formen parte de la economía circular es el reciclado. En cuanto a los procesos de reciclaje, existen los procesos químicos y mecánicos.
En el reciclaje mecánico caben destacar los procesos de descontaminación o súper-limpieza para conseguir que el material reciclado sea apto para su uso en contacto con alimentos. Estos procesos consiguen eliminan los contaminantes que pueden quedar adsorbidos en la superficie del plástico; pueden ser procesos térmicos (en extrusoras a 280ºC), tratamientos físico-químicos (decapado químico de la superficie y primeras capas) y extracción con disolventes (disolución y precipitación selectiva).
Según las conclusiones de varios proyectos focalizados en el reciclaje mecánico de materiales multicapa flexibles, como el REFLEX (UK) y el FIACE, el 80% de los envases flexibles que se lanzan al mercado son actualmente técnicamente reciclables. El reto subyace en ese 20% de materiales que presentan alguna barrera o dificultad a su reciclado.
Para la mejora de la reciclabilidad de un sistema de envasado, podríamos definir ciertos criterios generales:
Por otra parte, el reciclaje químico puede suponer una vía alternativa para aquellas tipologías de materiales con un difícil proceso de reciclado desde el punto de vista mecánico.
El consumidor es un eslabón clave de la Economía Circular, por lo que para conseguir su funcionamiento es necesaria la transparencia y una adecuada información/ formación.
Hace unos años aparecieron las llamadas “Huellas”, concretamente la Huella de Carbono y la Huella Hídrica, cuyo propósito era informar acerca del comportamiento ambiental de un producto. Sin embargo, estas huellas no aportan detalle de lo que propiciaba ese impacto ya que su cálculo es complejo y difícil de indicar en una etiqueta.
Consecuentemente, el etiquetado ambiental está evolucionando a las declaraciones ambientales donde el ejemplo más reciente es la Huella Ambiental en la que lleva años trabajando la Comisión Europea y que se prevé se haga efectiva en un futuro cercano. Las ecoetiquetas se pueden indicar en el propio envase y determinan las características relacionadas con reciclabilidad, o bien indicar si el envase es reciclable en sí mismo. En la actualidad nos encontramos con una gran cantidad que, además de llevar a confusión al consumidor, son complejas de obtener y no permiten comparar el impacto ambientar de dos productos similares.
Entre las ecoetiquetas, se encuentran aquellas que hacen referencia a la reciclabilidad. Todas ellas deben cumplir obligatoriamente los requisitos establecidos en la norma UNE_EN ISO 14021:2017. Por otra parte, existen distintas etiquetas relacionadas con los materiales bioplásticos, como Seedling (desarrollada y registrada por la asociación European Bioplastics), y OK compost (certificada por TÜV Austria), ambas de acuerdo con el estándar europeo EN 13432.
Cabe mencionar que TÜV Austria certifica también la biodegradabilidad bajo diferentes condiciones (soil, water o marine) y para ello ha creado distintas ecoetiquetas siguiendo como referencia el estándar EN 13432. Además, ofrece la certificación OK biobased, basada en la norma CEN/TS 16137 “Plásticos – Determinación del contenido en carbón de base biológica”.
Aunque, a priori, estas medidas puedan parecer alejadas a la aplicación industrial, los líderes de mercado ya están trabajando en la sostenibilidad de los materiales plásticos utilizados.
Fig. 3. Progreso de las principales empresas involucradas en la iniciativa New Plastic Economy
Existen diferentes barreras a abordar, la colaboración de todos los agentes de la cadena de valor, desde los productores de las materias primas de envasado hasta el consumidor final, es fundamental para diseñar soluciones sostenibles y circulares.
Esta iniciativa ha sido financiada por el IVACE (Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial) en el marco del convenio de colaboración con AINIA para desarrollar actividades de I+D+i que sean transferibles al tejido industrial.Leonor Pascual (22 artículos)
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