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La crisis del COVID-19 está haciendo cuestionarse a muchas industrias cuáles son las mascarillas más adecuadas para proteger a sus empleados del contagio por el virus SARS-Cov-2 o coronavirus. En el caso de las industrias alimentarias, con independencia de la situación de emergencia actual, el uso de mascarillas ya es habitual para garantizar la inocuidad de los alimentos lo que supone una importante ventaja respecto a otras actividades. Sin embargo, la situación actual obliga a repensar su uso y/o a emplear nuevos tipos de mascarillas para hacer frente al nuevo riesgo. El presente artículo analiza los mecanismos de posible contagio, así como los diferentes tipos de mascarillas disponibles para minimizar el riesgo en el entorno de una industria alimentaria.
Los virus son microorganismos mucho más pequeños que las bacterias. El tamaño de los coronavirus se ha estimado entre 60 y 140 nm de diámetro, es decir, se sitúan en un orden de magnitud al menos 10 veces inferior al de las bacterias más pequeñas que miden entre 0,5 y 1µm de diámetro. Sin embargo, los virus que causan enfermedades respiratorias se transmiten, principalmente, a través de las gotitas o aerosoles producidos por las personas infecciosas al toser o estornudar, conocidos como ‘gotas de Flugge‘.
Dichas gotas miden entre 0.5µm y 10 µm. El contagio ocurre cuando estas gotas en las que se encuentra el virus alcanzan al sistema respiratorio o los ojos de otra persona. Es poco probable la transmisión por el aire a distancias mayores a uno o dos metros. El contagio puede suceder también a través de un soporte o vector intermedio (superficies) sobre las que se posa la gota. Dentro del plazo de supervivencia del SARS-Cov-2 en la superficie, se produce el contagio por contacto primero con la superficie y posterior con ojos, boca o nariz. Evitando las vías de contaminación se reduce el riesgo de contagio del personal.
La situación atípica de desabastecimiento está obligando a muchas industrias alimentarias a optimizar el uso de las mascarillas. Conocer con detalle sus características es esencial para seleccionar las más adecuadas en cada puesto, y establecer medidas complementarias para la mayor protección de los trabajadores, siguiendo siempre las directrices de las autoridades.
La siguiente tabla resume los principales tipos mascarillas, características, normas y modelos, nivel de protección frente al virus y el nivel de barrera para evitar su propagación:
En este grupo se podrían incluir aquellas que se vienen empleando en la industria alimentaria para minimizar el riesgo de contaminación del producto y/o las superficies de trabajo por los manipuladores u operarios. Cubren boca, nariz y barbilla y son un elemento más junto al uso de protectores de cabeza, de barbas, batas y vestimenta adecuada destinados a garantizar la inocuidad alimentaria. En la mayoría de los casos se trata de mascarillas desechables formadas por 1, 2 ó 3 capas y fabricadas de distintos materiales como el polipropileno no tejido, papel o tejido (lavables y reutilizables). Sin embargo, no están diseñadas para su uso en el ámbito sanitario.
La mayoría de las mascarillas tradicionales o caseras no han estado hasta la fecha fabricadas bajo ninguna norma o test de eficacia. Sin embargo, pueden ayudar a limitar la propagación del contagio por su efecto barrera y por ello, en una iniciativa de emergencia, el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo ha desarrollado en colaboración con varias entidades públicas y privadas, dos nuevas especificaciones que establecen requisitos mínimos, normalizan y facilitan la fabricación masiva de mascarillas higiénicas no reutilizables para adultos y niños (normas UNE0064-1 y 2) y mascarillas higiénicas reutilizables para adultos y niños (norma UNE 0065).
Esta última, lanzada el 15 de abril de 2020, sigue “el modelo de organismos nacionales de normalización homólogos, en particular de nuestros colegas franceses AFNOR”, según expone en su prólogo la citada norma. Esta iniciativa se justifica por el hecho de que numerosas empresas están produciendo de manera voluntaria mascarillas para combatir el COVID-19; algunas lo fabrican habitualmente pero, para muchas, es un campo nuevo.
Diseñadas para su uso en el ámbito sanitario. Son de hecho un producto sanitario (PS) en el sentido de la Directiva 93/42 CE o el Reglamento UE/2017/745. Están diseñadas para evitar la transmisión de agentes infecciosos por parte de la persona que las lleva y que pudieran estar presentes en la boca, nariz o garganta. Actúan como elemento barrera a las gotitas producidas cuando quien las lleva habla, tose o estornuda. Al igual que las higiénicas, la mascarilla quirúrgica trabaja “de dentro a fuera” y siguen la norma ( EN 14683:2019 + AC:2019 ). Entre otros ensayos, se evalúan la eficacia de filtración microbiana, respirabilidad o resistencia a salpicaduras, existiendo tres modelos I, II y IIR, de menor a mayor prestaciones.
Las mascarillas quirúrgicas controlan las partículas emitidas durante la exhalación pero, en menor medida, las recibidas en la inhalación de diferente tamaño y velocidad. No trabajan bidireccionalmente. En el ámbito sanitario, están diseñadas para proteger al paciente que está siendo intervenido quirúrgicamente del cirujano, y sobre todo y muy especialmente en el contexto actual, para pacientes infectados y otras personas con síntomas o asintomáticas con el objetivo de reducir el riesgo de que puedan transmitir el virus. Son siempre desechables.
La mascarilla quirúrgica no proporciona un nivel de protección personal como las mascarillas filtrantes, pero son de gran utilidad para limitar la propagación del contagio. Están fabricadas, al igual que las mascarillas filtrantes, con fibras de polipropileno, pero en menor gramaje y con un diseño distinto. La forma correcta de colocarlas es: la parte coloreada, verde o azul, que repele los fluidos, hacia el exterior y la blanca absorbente con el filtro hacia el interior. En el centro suele haber una capa de celulosa que actúa de barrera. En total, suelen tener tres capas. Por más que pongamos una mascarilla sobre otra, nunca se van a convertir en una mascarilla filtrante. Tampoco funciona para mejorar las prestaciones ponerse una del derecho y la otra del revés.
En el sentido del Reglamento UE/2016/425, las “media máscaras filtrantes” o “mascarillas auto filtrantes”, en adelante “mascarillas filtrantes”, se consideran equipos de protección individual (EPI) de Cat. III, la máxima. Su uso es frecuente en el ámbito sanitario pero también en el cerámico, farmacéutico y de la industria en general. Ofrecen una alta protección personal ante el contagio por su capacidad de evitar la entrada de partículas del exterior.
A las mascarillas filtrantes o respiratorias también se las conoce como mascarillas de protección FFP. Las siglas FFP, en inglés, hacen referencia a “Filtering Face Piece”, o lo que es lo mismo, máscaras que filtran. A diferencia de las anteriores, están diseñadas para trabajar de “fuera hacia adentro”. No se trata de proteger al entorno próximo, sino de proteger al usuario frente a la inhalación de contaminantes ambientales tales como riesgos biológicos, antibióticos, citostáticos, etc.
Según la norma (UNE EN 149:2001), distinguimos tres grandes grupos FFP 1, 2 y 3 según el rendimiento ofrecido, 78, 92 y 98 % de eficacia de filtración mínima, respectivamente, y de su fuga hacia el interior máxima. El ajuste de la mascarilla a la cara para evitar fuga es un factor clave junto a la eficiencia filtrante. Las más empleadas en estos momentos son las mascarillas FFP2, similares en prestaciones N95 (norma americana) o KN95 (norma china). Pueden llevar, o no, una válvula de exhalación para facilitar la respiración, pero este modelo debería evitarse si la persona está contagiada o tiene síntomas al ser la válvula una vía de escape de partículas hacía el exterior. Estas mascarillas están generalmente hechas de tres capas en base a fibras de polipropileno. Pueden ser reutilizables (marcado en la mascarilla con una “R”) para más de turno bajo las indicaciones del fabricante, o no reutilizables (“NR”).
Actualmente, en muchos centros hospitalarios existe desabastecimiento de estas mascarillas filtrantes lo que incrementa el riesgo de contagio a los profesionales sanitarios. Algunos profesionales están poniendo una mascarilla quirúrgica encima de la filtrante para que no se ensucie y alargar algo su vida útil. En este sentido, AINIA está estudiando procesos térmicos para su descontaminación in situ ensayando distintos modelos y simulando equipos como autoclaves o estufas disponibles en estos centros. Los resultados del estudio en curso, financiado por IVACE, se darán a conocer próximamente. En el estudio colabora el Departamento de Salud Xàtiva-Ontinyent de la Comunidad Valenciana gracias a la mediación de FISABIO.
En el contexto de la crisis COVID-19 cada industria alimentaria debe evaluar el nuevo riesgo de contagio por SARS-CoV-2 en su planta productiva. El uso de mascarillas constituye una medida esencial de protección y/o prevención del contagio esencial junto a recursos como guantes, gafas, etc. Como se ha explicado, las higiénicas, en especial, las que siguen las nuevas normas impulsadas por el Gobierno, y las quirúrgicas, son eficaces para evitar la propagación del coronavirus, mientras que las filtrantes garantizan una alta protección personal frente al virus. En la medida de lo posible, es recomendable reorganizar los puestos de trabajo de modo que junto al uso de mascarillas higiénicas o filtrantes se mantenga la distancia interpersonal de seguridad de uno a dos metros que minimiza el riesgo de contagio.
Actualmente, es difícil proveer al personal de mascarillas filtrantes porque su destino prioritario es y debe ser durante lo peor de la crisis el ámbito sanitario. No obstante, para realizar su actividad esencial, algunas industrias podrían identificar puestos de trabajo en los que su uso resulte especialmente necesario para proteger trabajadores vulnerables y/o actividades específicas donde sea difícil mantener distancia física y/o exista un mayor riesgo de contagio. Sea cual sea la mascarilla seleccionada, es fundamental seguir las indicaciones de colocación, retirada y eliminación recomendadas por el fabricante.
Como medida complementaria, identificar las superficies potenciales de convertirse en vectores de contagio para limitar su uso y/o proceder a su desinfección tras cada uso: superficies alimentarias, utensilios, herramientas, pomos, interruptores, teclados, pantallas táctiles, barandillas, mesas, grifos, etc. En este sentido, los procesos de higienización adoptados habitualmente por el sector alimentario son eficaces para la eliminación de virus.
Autores: Andrés Pascual / Luis Gil / Fátima Vargas / Irene Lorca
Esta iniciativa ha sido financiada por el IVACE (Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial) en el marco del convenio de colaboración con AINIA para desarrollar actividades de I+D+i que sean transferibles al tejido industrial.Andrés Pascual (32 artículos)
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